Vivimos en un mundo súper loco, todas las mañanas me imagino a mi capacidad de asombro, retándome: “¿Ahora cómo me vas a sorprender?, ¿inútil?”
Debo aceptar que cada día es más difícil que me asombre por algo, Donald Trump es presidente de los Estados Unidos, AMLO ganó la presidencia, las quesadillas no llevan queso, el internet del metro es rápido, la lluvia sabe a Coca Cola (si no me crees, pruébala) y un largo etcétera.
Vivimos en un mundo en el que la capacidad de asombro nos ha puesto la vara muy alta.
En el teatro me pasa algo similar, si es un musical, espero lindas canciones; si es una comedia, espero reírme (aunque sea una vez); si es un drama, espero llorar ríos de lágrimas y así puedo seguirle con los demás géneros teatrales, ya tenemos muy preconcebidas nuestras expectativas.
¿Qué hace diferente a “La obra que sale mal” del resto de la cartelera de nuestro país?, que estás pagando por una experiencia completa que destruirá tu capacidad de asombro a cada segundo (bueno, a cada minuto).

No solamente vas a ver una obra, vas a introducirte y a vivir en carne propia una de las facetas más hermosas e inspiradoras que pueden tener las artes escénicas: el teatro amateur.
Cuando los actores llegan a las grandes compañías de teatro de nuestro país, ya todo esta organizado para que le vaya bien al montaje, hay organización, planificación, presupuesto y muchas horas de trabajo, pero en el teatro amateur todo eso está ‘prohibido’.
Todos los que hemos pisado un escenario amateur, sabemos que el verdadero “sabor del caldo” se encuentra en la adrenalina que se siente al organizar todo “una noche antes” del estreno, las intrigas entre los integrantes del elenco, los egos y el exceso de ‘pensamiento mágico’ que nos alienta a que todo saldrá bien, aunque no se haya tenido un ensayo técnico con anterioridad (es más, ¿qué es eso?).
“La obra que sale mal” que se presenta en el Centro Cultural Helénico, es una joya por esa razón.
La historia nos muestra un montaje escénico producido por la compañía teatral de la Universidad Tecnológica de Tlalpan, un semillero de talentos (y egos) a los que todo les sale mal, si no se rompe algo, se les olvidan los textos a las personajes, sino hay una falla técnica, se observa como entra un técnico a “acomodar” las cosas, pasa todo lo que normalmente suele suceder en compañías que no son profesionales.
Lo admirable del montaje es la gran destreza que tienen los actores para que todo se vea natural, para que los errores no se vean forzados y para que la atmósfera amateur de la compañía se transpire por cada rincón del escenario.
La obra de teatro tiene que atravesar la cuarta pared, en mi caso, me encontré con el “técnico de audio” en el baño, pues al igual que yo, aprovechó el intermedio para ir a echar una firma.
De la misma forma, te dabas cuenta que te podías encontrar a los actores en la fila de los helados del teatro “pues también es un descanso para ellos, así que tienen derecho a salir a comprar a la cooperativa”.
La obra no te dejará en paz ni un solo instante, siempre estará retando tu capacidad de asombro, y vas a reír mucho durante las dos horas 5 minutos que dura el montaje.
¿La mala noticia?, la obra es el éxito de la temporada, así que es muy complicado conseguir entradas sin anticipación, pero vale la pena intentarlo, de las mejores obras que he visto en mi vida, y que, además, fue montada por Mark Belll, su director original en Londres y en Broadway (sí, la obra no está hecha ni inspirada en México, aunque parezca).
Actúan: Juan Carlos Medellín, Artús Chávez, Iván Carbajal, Daniel Haddad, Adrián Vázquez, Irene Azuela, Luis Rodríguez “Guana”, Ari Albarrán.
Nuestra calificación: 4.5 estrellas
Horarios:
Jueves y viernes: 20:30 p.m.
Sábado: 17:00 y 20:30 p.m.
Domingo: 17:00 y 20:00 p.m.
Del 21 de julio al 26 de agosto de 2018
Precios:
$600, $500 y $350 pesos.
Dirección:
Av. Revolución 1500, Col. Guadalupe Inn
CP 01020, Álvaro Obregón, Ciudad de México
Tels.: (55) 4155 0900/ (55) 4155 0919