Tenía aproximadamente 7 años sin tomar una clase en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, únicamente regresé a la escuela en 2014 para recoger mi título como periodista, pero jamás me había vuelto a parar por ahí.
Para ser sincero, mi etapa como estudiante en la Septién no fue la mejor, lamentablemente, fueron los años más duros de mi epilepsia, por lo que solía faltar a clases, no tenía muchos amigos y mi vida estaba prácticamente enfocada en una sola persona, mientras ella estuviera en mi vida, no necesitaba de nada más. Craso error.
Este texto no pretende ser un recapitulado de mis malos ratos, solo considero que mi etapa en la Septién no cumplió con mis expectativas sobre lo que yo consideraba que tenía que haber “vivido” como universitario, hice muy poco clic con mis compañeros y fue una etapa bastante gris, esta fue una de las principales razones por las que posteriormente decidí entrar a la UNAM.
Las personas que me conocen poquito, saben que mi época en la Facultad de Economía ha sido la mejor de mi vida, pero sería injusto menospreciar mi licenciatura en periodismo, ya que durante mi estancia en la Septién, sólo me enfoqué en mis clases, y desde que me cambié al turno vespertino, aproveché al máximo las sesiones.
Fue gracias a Jesús Rangel (Milenio) y Carlos Acosta Córdova (Proceso), que le tomé un especial cariño al periodismo económico, este último profesor tenía una manera muy peculiar de calificar, aun conservo el ‘polémico’ correo que nos envió al final de su curso con nuestras calificaciones finales.

Probablemente, ésta sea la rama de especialización más “despreciada” dentro de la escuela, mientras que política y deportes estaban ‘llenísimas’ y cultura y ciencia tenían buena aceptación, el periodismo económico no solía tener mucho quórum.
El desprecio por la economía puede ser hasta cierto punto lógico, implica el uso de números, de historia y de narrativa, es la ciencia social más completa que existe, pero también es la más árida.
Al salir de la Septién, yo ya sabía que el periodismo económico era lo mío, aunque fui muy tentado por deportes y por cultura (sobre todo porque por ese tiempo, amaba el teatro con toda mi alma), nunca las vi como algo a lo que quisiera dedicarme para siempre, las veía más como hobbies, mientras que la economía estimulaba mi mente y representaba todo un reto.

Pasaron siete años y el resto es historia, estudié economía en la UNAM y entré a trabajar en El Financiero, ahora, la misma vida me trajo de vuelta a mi “Alma Mater”, donde escribí por primera vez (en Diálogos), donde colaboré en la publicación de un libro, donde tuve el programa radiofónico semanal “Butaca México, tu lugar en las artes escénicas” y donde aprendí que el periodismo es un oficio que se forja todos los días.
La necesidad de mejorar en mi actual trabajo me ha llevado a la necesidad de buscar cursos, diplomados, maestrías y lo que se acumulé, nunca he dejado de estudiar, y no es porque me crea muy inteligente, sino todo lo contrario, no soy muy listo, así que no me queda de otra que ser una hormiguita obrera, que se esfuerza día a día por tratar de mejorar.
No tengo talentos extraordinarios, ni nada parecido, simplemente soy un profesionista que quiere mejorar día a día para que su trabajo sirva a los ciudadanos a tomar decisiones, es lo que decidí hacer hasta que me muera, (por esta razón no me veo trabajando como economista en el futuro).
Así fue que hallé el diplomado “Periodismo económico y de negocios”, impartido por el periodista Samuel García.

El CV del profesor no cabría en este post, ha estado en todos los medios de comunicación con cargos de alto nivel, es muy inteligente y analítico, además de que sabe comunicar muy bien los conceptos, algo sumamente difícil al momento de dar clases.
La primera clase fue una bocanada de aire fresco para mi alma, ya necesitaba volver a pisar la escuela, escuchar a periodistas hablar de todo y nada, encontrarme con Raymundo Riva Palacios en la cafetería de la escuela, volver a hojear el periódico escolar “Diálogos”, volver a probar las empanadas de papa, respirar el aire rebelde y disruptor del periodismo, en fin, necesitaba conectar de nuevo con mis orígenes.

La economía como tal, siempre la he sentido muy ajena a mi forma de ser, mientras que en la Facultad de Economía podemos pasar más de tres horas viendo ecuaciones y gráficas, en la Septién nos encontramos con historias.
Por ejemplo, yo no me imagino en el futuro tomando decisiones de política monetaria en la Junta de Gobierno de Banxico, pero si me imagino escribiendo una nota que diga ¿por qué es importante esta decisión?, ahí radica la gran diferencia.
Tan solo llevo una clase del diplomado, pero estoy seguro que aprenderé muchas cosas nuevas y que al final del curso, seré una persona con más herramientas para desarrollar mi actual empleo.
Regresé a los orígenes, más fuerte que en mi adolescencia y con la seguridad de hacia dónde quiero ir.