Hubo una época de mi vida en la que no podía vivir sin escuchar la “obertura” de Jesucristo Superestrella. Recuerdo que me encantaba ir caminando por los pasillos del metro Guerrero y ser testigo de cómo la música acompañaba perfectamente a los vagoneros, a las señoras que venden chicharrones naranjas y a los miles de pasajeros que diariamente usan este medio de transporte.
La pieza encajaba perfectamente en mi mente con el paisaje urbano.
Este musical (que en realidad es una ópera rock), es muy versátil, su historia es atemporal, así como puede ser interpretada en los años en los que “sucedió” la historia, también puede ser transportada a los tiempos actuales sin ningún problema.
En cuanto recibí mi aguinaldo, lo primero que hice fue apartar un poco de dinero para ir a ver la nueva versión que se presenta en el Centro Cultural 1. Esta obra representa mucho para mí y no me la podía perder de ninguna manera.
Normalmente no me gusta hacer tanto énfasis en el precio de un evento, pero hay que hablar de eso en primer lugar (lamentablemente), ya que es el primer gran ‘obstáculo’ para asistir.
Como este blog toca temas de economía y de cultura, es sumamente pertinente detenerse aquí y tratar de entender porqué esta obra puede costar hasta 3 mil 500 pesos por persona.
La respuesta es sumamente sencilla, el elenco.
En cuanto el productor Alejandro Gou presentó a los artistas que encabezarían esta producción yo tuve sentimientos encontrados, pero de ninguna manera me pondría a criticar algo que no haya visto, así que les otorgué el beneficio de la duda.
Después de ver la obra puedo concluir una cosa, Jesucristo Superestrella es un evento prescindible.
Si eres fan del musical no necesitas verlo, ya que hay mil versiones mejores antes que esta (como Jesucristo Superestrella Arena Tour, una VERDADERA JOYA), y si no eres seguidor de la obra, hay opciones más atractivas para gastar tanto dinero.
Pero analicemos por partes los puntos positivos y negativos del montaje.

Por una parte Erik Rubín ama interpretar a Judas y se nota en el espectáculo. En alguna entrevista escuché que Alejandro Gou le ofreció interpretar a ‘Mario’ en el musical “Hoy no me puedo levantar”, pero que él le contesto que no tenía la edad del personaje, aunque en su lugar le propuso producir esta nueva versión de Jesucristo, y fue una buena idea, ya que el musical no se montaba profesionalmente en México desde 2001 (producción de Mejorteatro).
Él está muy bien en su personaje, para nadie es una sorpresa que el protagonista de esta obra no es Jesús, sino Judas Iscariote, y su interpretación fue impecable por una simple razón: entiende el personaje y se entrega totalmente. Esta obra no exige menos.
El problema está en Jesús, ya que aunque Beto Cuevas tiene una gran voz, hacer teatro es algo muy diferente.
No logré conectar con él en ninguna canción, si alguien ha visto interpretar ‘Getsemaní’ a Camilo Sesto y después va a ver esta obra, va a sentir una gran decepción.
No ayuda en nada que los efectos especiales llenen de sangre el escenario durante este número musical (algo que, por cierto, se me hizo de pésimo gusto), lo importante es que el personaje transmita que es un ser humano común y corriente (y no un Dios), pero (en mi punto de vista) esta sensación jamás llegó a mi asiento.
Lo mismo me pasó con la participación de Leonardo de Lozanne (Poncio Pilatos), Kalimba (Simón), Yahir (Pedro) y Enrique Guzmán (Herodes). Todos fueron desaprovechados y aunque son artistas sumamente conocidos y ‘taquilleros’, no les quedan los personajes.
Se supone que “La canción del Rey Herodes” debería de ser el ‘gran número’ del musical, pero la canción es prácticamente recitada por Enrique Guzmán, lo que a mi parecer, le quitó toda la gracia y frescura a esta escena.
Fue justo en este momento en el que mi mente me recordó que había pagado mucho dinero por poco a cambio (gasté casi 5 mil pesos en dos boletos). La verdad me arrepentí de haber asistido.
Pero no todo es malo, afortunadamente la balanza fue relativamente equilibrada por una estupenda María Magdalena, interpretada por María José, me encantó escucharla en “Yo no sé cómo amarlo” y “Sueño con volver a verte”.
En los puntos destacados también debemos incluir al extraordinario ensamble, sobre todo los que interpretan a los sacerdotes Caifás y Annás, que aunque no son artistas “famosos”, destacan por que encajan perfectamente en sus roles.
No voy a mencionar como punto fuerte la escenografía porque el punto fuerte de la obra (compuesta y escrita por Andrew Lloyd Webber y Tim Rice) debería de ser la música, gracias a esas extraordinarias canciones, este musical seguirá vigente hasta que el planeta tierra deje de existir.
Lo único que podría resaltar es el esfuerzo por querer ‘sumergir’ al público en elementos multimedia (aparecen conductores famosos de noticias como Paola Rojas y recortes de periódicos de circulación nacional), pero esos detalles suelen causar un impacto momentáneo, atractivo para el espectador ocasional pero nadie va a recordar la obra en el futuro por eso.
Llenar de superestrellas el espectáculo es algo muy válido, el teatro estaba a reventar, había muchas chicas gritándole “bombón” a Yahir, pero… ¿será muy difícil encontrar artistas que sí encajen con los personajes y que a su vez sean famosos?, en México sí es complicado.
Las grandes luminarias del teatro musical son reconocidas por todas las personas que asistimos frecuentemente al teatro, pero no representan un cartel atractivo para el espectador ‘común’, ese que va al teatro una vez al año.
En cambio, contratar a artistas famosos son un buen gancho para atraer público, pero recordemos una cosa, ninguna de las superestrellas que protagonizan este musical se hizo de fama por actuar en teatro, ninguna, y se nota.